miércoles, 15 de febrero de 2017

// //

Mt 5, 17-37: Dios te quiere a ti más que a tu ofrenda

Por tanto, debemos reprender con amor; no con deseo de dañar, sino con afán de corregir. Si fuéramos así, cumpliríamos con exactitud lo que hoy se nos ha aconsejado: Si tu hermano pecare contra ti, corrígele a solas. ¿Por qué le corriges? ¿Porque te duele el que haya pecado contra ti? En ningún modo. Si lo haces por amor propio, nada haces. Si lo haces por amor hacia él, obras excelentemente. Considera en las mismas palabras por amor de quien debes hacerlo, si por el tuyo o por el de él. Si te escuchare, dijo, has ganado a tu hermano. Hazlo, pues, por él, para ganarlo a él. Si haciéndolo lo ganas, no haciéndolo se pierde. ¿Cuál es la razón por la que muchos hombres desprecian estos pecados y dicen: «Qué he hecho de grande; he pecado contra un hombre»? No los desprecies. Pecaste contra un hombre; ¿quieres saber que pecando contra un hombre pereciste? Si aquel contra quien pecaste te hubiese corregido a solas y lo hubieres escuchado, te habría ganado.
¿Qué quiere decir que te habría ganado, sino que hubieras perecido si no te hubiera ganado? Pues si no hubieses perecido, ¿cómo te hubiera ganado? Que nadie, pues, desprecie el pecado contra el hermano. Dice en cierto lugar el Apóstol: Así los que pecáis contra los hermanos y herís su débil conciencia pecáis contra Cristo, precisamente porque todos hemos sido hechos miembros de Cristo. ¿Cómo no vas a pecar contra Cristo si pecas contra un miembro de Cristo?

Nadie diga: «No pequé contra Dios, sino contra un hermano, contra un hombre; pecado leve o casi nulo». Quizá dices que es leve porque se cura rápidamente. Pecaste contra el hermano; repáralo y quedarás sano. Con rapidez cometiste la acción mortal y con rapidez también encontraste el remedio. 
¿Quién de nosotros, hermanos míos, va a esperar el reino de los cielos, diciendo el Evangelio: Quien llamare a su hermano «Necio» será reo del fuego de la gehenna? Pánico grande; pero advierte allí mismo el remedio: Si presentares tu ofrenda ante el altar y allí mismo te acordaras de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda ante el altar. No se ofende Dios porque tardas en presentar tu ofrenda; Dios te quiere a ti más que a tu ofrenda. Pues si te presentares con la ofrenda ante tu Dios con malos sentimientos hacia tu hermano, te responderá: «Perdido tú, ¿qué me has ofrecido?»

Presentas tu ofrenda y no eres tú mismo ofrenda para Dios. Cristo busca más a quien redimió con su sangre que lo que tú hallaste en tu hórreo. Por tanto, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete a reconciliarte antes con tu hermano, y cuando vengas presenta la ofrenda. Mira cuán pronto se desató aquel reato de la gehenna. Antes de reconciliarte, eras reo de la gehenna; una vez reconciliado, presentas confiado tu ofrenda ante el altar.

San Agustín, Sermón 82, 4-5

0 Reactions to this post

Add Comment

Publicar un comentario