lunes, 11 de diciembre de 2017

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EL NACIMIENTO DEL SEÑOR (1)

 Escuchad, hijos de la Luz, adoptados para el reino de Dios; escuchad, hermanos amadísimos; escuchad y exultad, justos, en el Señor (Sal 32,1), de modo que la alabanza vaya a tono con vuestra bondad. Escuchad lo que ya sabéis, recordad lo que escuchasteis, amad lo que creéis, anunciad lo que amáis. Puesto que celebramos este día aniversario, esperad el sermón que él se merece. Ha nacido Cristo: como Dios, del Padre; como hombre, de madre; de la inmortalidad del Padre y de la virginidad de la madre. Del Padre, sin madre, y de la madre, sin padre; del Padre, sin tiempo; de la madre, sin semen; en cuanto nacido del Padre es principio de vida; en cuanto nacido de la madre, fin de la muerte; nacido del Padre, ordena todos los días; nacido de la madre, consagra este día.

Envió por delante a un hombre, a Juan, que nació justamente cuando los días comienzan a menguar; y él mismo nació cuando los días empiezan a crecer, simbolizando en este hecho lo que dice Juan mismo: Conviene que él crezca y que yo disminuya (Jn 3,30). La vida humana debe decrecer en sí misma y aumentar la de Cristo, para que quienes viven, no vivan ya para sí mismos, sino para aquel que murió y resucitó por todos (2Co 5,15), y pueda repetir cada uno de nosotros lo dicho por el Apóstol: Vivo, pero no yo, sino que es Cristo quien vive en mí (Ga 2,20). Conviene, pues, que él crezca y que yo disminuya.
S, 194, 1-2

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